Las propuestas elegidas funcionarían como un laboratorio a escala real bajo los criterios de arquitectura bioclimática y de adaptación a las condiciones del medio y capaces de autoabastecerse desde el punto de vista energético. El seguimiento de las técnicas utilizadas y la evaluación de su eficiencia energética están monitorizadas a partir de un sistema de automatización y gestión de la energía con sensores de temperatura y humedad relativa. Los resultados obtenidos generan unos patrones de diseño para climas similares, modelos que aportarán a futuras iniciativas una herramienta probada, aplicable y exportable.
El entorno en el que se ubican las viviendas es un ecosistema propio de las islas canarias, a escasos 50 metros del océano, en un paisaje singular integrado por montañas volcánicas que se formaron en el contacto de la lava y el agua. El color del paisaje es blanquecino y predomina la piedra pómez que sirve de sustrato para una vegetación fuertemente condicionada por las extremas condiciones climáticas : escasas precipitaciones, fuertes vientos, altas temperaturas a lo largo del año y un alto grado de insolación. La vegetación la componen arbustos de baja altura: tabaibas dulces, cardones, barrillares y aulaga.
Con estos condicionantes de partida , el concepto de la propuesta encontró en la agricultura popular de la isla de Lanzarote una solución que más allá de lo estético supusiera una opción y un referente para la arquitectura pasiva en entornos con características similares. La Geria es un sistema de cultivo desarrollado en un paisaje volcánico, en condiciones climáticas adversas para la agricultura pero con un sustrato óptimo para el cultivo de la vid. Para proteger las vides del viento, se construyen muros semicirculares de piedra volcánica que sirven como protección.
De la transposición de esta idea a la arquitectura resultó un edificio orgánico y ligero, inspirado en las dunas y rodeado por un muro de piedra volcánica semicircular que cobija el espacio habitable y funciona como barrera del viento y el calor. Esta envolvente natural a base de piedra local se integra a nivel paisajístico con el medio, funciona como acabo interior de la vivienda y supone un material con una elevada inercia térmica, aislante que compensa la radiación solar.
La preocupación del impacto ambiental en la intervención urbanística que manifiesta este proyecto resolvió las paredes principales, la envolvente y las divisorias principales con materiales del lugar, contribuyendo así, a reducir la huella ecológica.
Las cubiertas, entendidas de forma aerodinámica, tienen una doble función: por un lado ser un elemento blando que permite reducir el impacto del viento y permitir orientar en la dirección correcta las placas solares integradas en ella.
En la investigación sobre la utilización de técnicas bioclimáticas que controlaran el clima en el interior de la vivienda, se ideó un sistema de chimeneas que condujera el aire fresco a todas las estancias desde la cimentación del propio edificio. Teniendo en cuenta que la zona tiene mucho viento y sus características geológicas implican que hayan muchas partículas en suspensión, se instalaron chimeneas que se articulan para orientarse a modo de veleta, en sentido contrario a la dirección del viento, que capturan el aire libre de arena y lo hacen recorrer un circuito que tiene un recorrido bajo el muro de piedra y lo lleva a enfriar a unos 50 cm de profundidad bajo tierra. El aire fresco y limpio sube por los conductos a través de los muros principales y entra en la vivienda a través de rejillas de forma constante. Este sistema de geotermia está inspirado en la arquitectura pasiva de los años 70.
Los materiales constructivos y los acabados combinaron el muro pétreo que la protege del viento a base de tosca y basalto con el hormigón y la calidez de la madera natural y sintonizan con el contraste característico del entorno de materiales volcánicos y flora macaronésica de la época terciaria.